lunes, 13 de diciembre de 2010

EL ENMARAÑADO COMPLEJO DE ELEKTRA III

CAPÍTULO III: ELEKTRA ATRAVÉS DEL ESPEJO (FEMME FATALE)



―Pues ya vamos Elektra, antes de que el sol se ponga.
Ángel de mi corazón, no puedo regresar a la sociedad en ropa interior, estarás de acuerdo.
―Ah… si… tienes razón. – dice Angelito apenas percatándose de que todo lo que estoy usando es un brasier y unos bloomers y carburando el porqué no sería adecuado salir así a la calle. Está en su viaje. Es de sorprender que pueda seguir en contacto con el mundo exterior, sostenga una plática, maneje una cuatrimoto y sobre todo que siga vivo después de lo que parece fue una masacre.
―Entra, tú también tienes que cambiarte de camisa, no pasarás muy desapercibido si vas con una camisa que chorrea sangre.
―¿Es Halloween Elektra?
―No, Ángel, Halloween ya pasó.
―No, entonces no creo pasar desapercibido.
Hace una pequeña pausa y se agarra la barbilla, meditabundo.
―No traje otra ropa.
―Yo te presto.
―Pero… es ropa de mujer ¿Se puede usar ropa de mujer?
Está tan arriba que podría ponerle un vestido y maquillaje sin problema alguno.
―Tengo una sport unisex, vamos.
Ya dentro de la cabaña levanto unas de las tablas del piso para sacar mi maleta ¿contenido?: Dos mudas de ropa, un relicario, maquillaje, una carterita, varias cajitas llenas de pastillas y mi amado Ross Springer en una bolsa de plástico, eso es todo. Ross es mi perro de peluche, normalmente duermo con él, pero no quería que se ensuciara en esta jodida cabaña.
Angelito se quita la camisa y cuando le paso la sport está a punto de ponérsela sólo así:
―¡Ángel!, ¿cómo te vas a poner la camisa así? allá hay un trapo, tienes que quitarte los restos de sangre, es más voy a ir a mojarlo para que se quite bien, espérame.
Quiero mucho a Angelito, en cierto sentido es como mi hermano menor, tengo que estar cuidando de que no se meta en problemas gran parte del tiempo y, de vez en vez, hacer cosas como esta, darle un baño de trapo, que ni a esponja llega.
―A ver, levanta el brazo. 
Es una cosa bastante fraternal. Estoy bastante acostumbrada a ver su cuerpo delgado y muy marcado, típico cuerpo de marihuano, ¿Para qué ir al gym si están estas espinacas superiores a las de Popeye? El tatuaje de una estrella en el brazo, de un cachorro de león en el abdomen, de un ojo abierto y otro vendado en la espalda y de una salamandra en el pecho adornan su cuerpo escueto.  
―Listo campeón.
Terminando me voy derechito a la maleta para alistarme e irnos.
―¿Elektra?
Me llama Ángel mientras estoy maquillándome frente al espejo sucio y él se acaba de poner mi sport.
―¿Si?, dime amor, qué pasa.
―¿Tú has matado a alguien?
Mi lápiz labial se detiene en seco
―Esa no es una pregunta muy común –respondo, sin dejar de mirar el espejo y volviendo a aplicarme el labial rosa claro.
―Esta tampoco es una vida muy común…alguien…muchos murieron hoy, uno lo hizo sobre mi…tengo sed.
―Hay un depósito en la parte trasera de la cabaña.
Angelito se levanta y sale. Lo más probable es que para cuando regrese haya olvidado la pregunta. Pero yo no. Desde que era una pequeña yo misma me había hecho una pregunta similar: “¿Serías capaz de matar a una persona?”, de antemano sabía que a un animal no; jamás dañaría a un ser inocente como un perrito o un gatito, ¿Pero a un hombre malo? En las películas el héroe mataba malos a diestra y siniestra y se veía tan genial, pero en el catecismo nos enseñaban: No matarás.
Después de estar con Alex, vi que esa era una regla incoherente, como: No comerás. Bueno no tanto, pero el punto es que hay cosas que es imposible dejar de hacer. No digo que todos deban matar, pero hubo ciertos momentos en mi vida en que era matar o morir. Lo único que me importa es mi jodida vida y aún así siempre la pongo en peligro. Soy una incoherente: Quiero seguir viviendo, pero sin alejarme mucho de la muerte.  
El espejo me devuelve una imagen muy conocida: ojos avellana enmarcados por una melena de ondas negras. Hace mucho tiempo que mi apariencia ha sido la misma y no me creo que no haya cambiado después de las cosas que he hecho. Hay ya algunas muertes en mi haber, me he acostado con ya algunos hombres, sea por placer, sea porque algún plan de Alex lo ameritaba.
No me arrepiento de las muertes, de hecho no sentí nada especial después de verlos desangrarse. No siento tampoco que los acostones hayan dejado huella. Tampoco creo que se note en mi rostro que he amado con locura, ni la confusión del porqué estoy con Alex, haciendo su santa voluntad. No es por el dinero o el poder, aunque no me quejo, es quizá por la aventura y el placer culpable que únicamente él me puede dar.
No me reconozco. Siento que debería lucir como un monstruo, como una mujer mala, con la saña entre ceja y ceja, los ojos viperinos, una sonrisa taciturna, garras en vez de uñas, y no, nada más no, tengo la misma carita de niña que juega a coquetear que desde hace tiempo he tenido. ¿Hacia dónde habrán ido tantos pecados?, ¿qué es lo que le espera a una chica como yo?
Aprieto mi relicario en espera de obtener una respuesta.
―¿Ya estás lista Elektra?
―Si. Aunque no quiera, siempre tengo que estar lista.

1 comentario: